Policía
única: ¿solución a la violencia?
Por
Irma E. Ribbon
Todo parece
indicar que la estrategia de seguridad para el combate al crimen organizado durante
el gobierno de Enrique Peña Nieto seguirá girando en torno a la misma propuesta:
el mando único.
Calderón
utilizó lo que llamó “el Modelo Baja California”, para promover la aplicación
de una estructura vertical operativa para perseguir, detener y procesar a
quienes cometen desde delitos comunes hasta federales, con el crimen organizado
como común denominador. En Baja California el gobernador José Guadalupe Osuna
Millán cedió esta potestad de mando único a tres generales del Ejército
Mexicano en distintos momentos de su administración que ya está en la
postrimería.
Al tiempo
que Felipe Calderón consolidaba su estrategia de sacar a los militares de los
cuarteles para adentrarlos en las calles de ciudades tomadas por las células de
narcotraficantes, Osuna pactó con el general Sergio Aponte Polito de la II
Región Militar pero que fuese éste quien coordinara los esfuerzos de las
corporaciones policíacas municipales, estatales y más tarde incluyeron a las
federales sin mucho resultado.
Esto viene a
colación cuando el Senado de la República ratificará a Manuel Mondragón como
Comisionado Nacional de Seguridad Pública de la Secretaría de Gobernación,
cargo que viene a suplir en gran parte las tareas que en el sexenio anterior
estuvieron en la responsabilidad de la Secretaría de Seguridad, desaparecida en
esta administración priísta.
Mondragón
declaró que está listo para emprender el proceso de creación de la Gendarmería
Nacional, para depurar la Policía Federal y comenzar a sentar las bases para
encabezar el cargo para el que fue llamado por un gobierno priísta luego de
haber trabajado para uno perredista: el mando único.
La realidad
es que en México lo que sobran son corporaciones policiales. Aparte de las
municipales, las estatales, las ministeriales, las preventivas, las fiscales,
las de caminos, las rurales, las de tránsito, las judiciales y las operativas,
ahora sumaremos la Gendarmería –tema que merece columna aparte–, y todas ellas,
corruptas o no, depuradas o no, comprometidas o no, sino en su estado actual,
pasarán a ser coordinadas por un mando único.
En ese
contexto se tiene la idea en el gobierno federal –antes de la depuración de la
cual poco han hablado y menos comprometido– que un mando único será la panacea
a la inseguridad y la violencia cruenta que las decenas de bandas, cárteles y
células criminales ejercen todos los días en el territorio mexicano.
La
inseguridad es latente, situación por la que atraviesan estados como Guerrero,
Tamaulipas, Michoacán, Morelos, Veracruz, Chihuahua, Sinaloa, Durango y un
largo etcétera, donde calles y avenidas son el campo de guerra de dos o más
organizaciones criminales que pelean el territorio para el trasiego de droga,
la venta al menudeo, la extorsión, el secuestro y los delitos que les son
inherentes.
Más allá del mando único, el gobierno federal de
Enrique Peña Nieto debería perseguir a quienes hoy
encabezan las más de 80 estructuras criminales que destacó el Procurador
General de la República, Jesús Murillo Karam; además de depurar las policías,
principalmente la federal, pues sin la colaboración de las corporaciones, los
narcotraficantes no pueden evadir la Ley ni ser infalibles a la captura.
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