miércoles, 23 de febrero de 2011

MIRADOR DE QUINTANA ROO

Un gran elefante blanco
Por Alberto Cervantes

De proyecto de teatro a refugio de malvivientes.
La estela de hedor a corrupción en la que la protagonista fue la ex presidenta municipal de Benito Juárez -quien llegó a ser su edil entre 1999 y 2002 por el Partido Revolucionario Institucional- Magaly Achach Solís de Ayuso, continúa a la postre dando referentes de lo que fue esa era de la ignorancia, el exceso y corrupción que hasta hoy padece Cancún.
Nuevamente, con la salida del tema del teatro de Cancún, actualmente en proceso de rehabilitación, sale también de nueva cuenta a la palestra el nombre de Magaly Achach, esa líder de colonia que en base a ser "gritona" y "palera" de los candidatos en turno se hizo política "al vapor", actividad en la que sigue coleccionando trofeos de corrupción convertidos en placas de taxis, concesiones y patentes.
Premios a su rastrerismo y lambisconería que después convirtió en temor entre quien la siguió, olvidándose de todo lo que tuvo que hacer y recurrir para ser alguien con poder, mas no respetable ni respetada, pues la estela de corrupta, ignorante y desfavorable nunca se la quitará.
Envuelta en escándalos constantes, de hechos de corrupción, protagonista de leyendas urbanas de excesos, vinculada incluso a delitos como el tráfico de personas y un sinfín de delitos que incluso ha ocasionado que sus "padrinos políticos" y allegados estén en la cárcel, sin duda recordando las fechorías que en complicidad con la ex alcaldesa hicieron.
Los intentos para que Cancún tuviera un teatro de primer nivel fueron solo una intención, tal posibilidad es aún muy lejana, ya que todo se ha hecho en Benito Juárez menos un espacio importante para la cultura y la expresión artística.
Fue el día 6 de marzo del año 2000 cuando la entonces presidenta municipal Magaly Achach de Ayuso adquirió en 12 millones de pesos el edificio ubicado en la Supermanzana 20, donde por varios años se albergó un cine llamado "Royal", con la finalidad de levantar allí el Teatro de la Ciudad, anunciado con bombos y platillos como una de las obras más importantes de su gestión.
Su ambición y falta de visión, debido a su gran ignorancia, hizo pensar a Magaly Achach que sería recordada como una mujer letrada, culta e impulsora del arte, para disfrazar y tapar sus complejos de ignorancia.
El referido predio contaba para aquel entonces con 50 metros cuadrados de superficie, además de una construcción de mil 456 metros cuadrados, objeto de algunas modificaciones para convertirlo en el teatro, que al día de hoy permanece en ruinas.
El espacio se ha convertido en todo, refugio de malvivientes, lienzo de grafiteros, menos en un espacio digno para la cultura, todo por la ignorancia con la que fue comprado, y creyendo que se podría edificar un sitio en un auditorio viejo es que se hizo este error.
En el colmo el recinto se inauguró, solo que jamás se utilizó como teatro, pues  la entonces alcaldesa, Achach, se sintió "madre de la cultura" pero solo para la foto y por unos momentos, ya que de ahí no trascendió.
El gran centro cultural tendría más de 800 butacas y se destinaría al cultivo de diferentes disciplinas artísticas -teatro, danza, pintura, escultura-. Finalmente, debido a presuntas irregularidades en el manejo de los recursos por parte del fideicomiso, posteriormente Juan Ignacio García Zalvidea (presidente municipal del período 2002-2005) disolvió dicho patronato, "desapareciendo" misteriosamente en ese proceso los fondos destinados a la construcción del inmueble, cuya inversión se previó en unos 15 millones de pesos.
Esto gracias a que la misma Magaly quiso imponer su criterio y tomar mano de este fideicomiso al que sangró teniendo como resultado un craso error, el que se tuviera un carísimo elefante blanco.
Hoy la gente se sigue lamentando por el mal gobierno del que fueron víctimas y que hasta nuestros días se siguen sintiendo sus nefastos efectos, al cabo del cual Magaly Achach trasciende por lo mal presidenta municipal que fue y que le ocasionó quedarse estancada en la política, ya que ni para juez de barrio alguien en su sano juicio votaría por ella.

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