sábado, 4 de junio de 2011

Un cavernícola de nuestros tiempos

Nadie más que el propio Gustavo Ortega Joaquín, con su peculiar estilo de "hacer política" –agresivo, violento, represor y cínico– se encargó de despeñar una carrera política que, por las circunstancias propicias que siempre ha tenido en sus manos, cualquier otro hubiera hecho descollar sin esfuerzo.

Por Alberto Cervantes

Uno de los funcionarios locales que se caracteriza por contar con uno de los más negros historiales políticos, a quien desde siempre se le ha conocido por su afición a la traición y la mentira y por la opresión desmedida con que gobernó Cozumel durante tres años, es Gustavo Ortega Joaquín.
Es de recordarse cuando, años atrás, siendo militante priista, en medio de un enfrentamiento de grupos políticos, al no verse favorecido en su búsqueda de la candidatura por la presidencia municipal de Cozumel, no tuvo el menor empacho en traicionar al que fue su partido por años y en la ciudad de Cancún se puso la camiseta del Partido Acción Nacional, la cual nunca se quitó.
A Ortega Joaquín, durante su mandato en la Isla de las Golondrinas, no se le vio actividad de mayor trascendencia que la de ocasionarle problemas al entonces gobernador Félix González Canto, en un trienio que se caracterizó por la opresión y la violación, incluso, al artículo 7 de la Constitución Política de México, relativo a la libertad de expresión, actuando de forma represiva contra no pocos medios de comunicación.
Fue necesaria una labor a contracorriente por parte del Gobierno del Estado para que, a pesar de la ineptitud, ignorancia y cerrazón del virtual "dictador" cozumeleño, no se estancara la obra pública en la isla.
Pero el sentir popular terminó pasándole la factura, pues tanto se ganó la repulsión de la ciudadanía cozumeleña que ni siquiera pudo entrar por la puerta delantera a su último informe, en donde un grupo de personas  ecologistas se manifestaron y dio al traste con el último acto oficial del trienio que encabezó –¿o, más bien, descabezó?–  el soberbio personaje,  quien no tuvo más remedio que ingresar por la puerta trasera del Centro de Convenciones, protegido por guardaespaldas y policías, para no ver de frente a su pueblo.
El movimiento de rechazo a la construcción de las nuevas marinas y la venta de todo un lado de la isla a un empresario estadounidense fue clave en el día del último informe de Gustavo: se trató de la primera vez en la historia política del municipio que un presidente municipal es rechiflado y abucheado en el día de su informe, y es la primera vez también que un edil tiene que entrar por la puerta de atrás a leer lo que tradicionalmente es un discurso lleno de cuentas alegres y frases prefabricadas.
Gustavo Ortega leyó ante ellos un documento de 33 páginas en el que, cínico, afirmaba: "se ha respondido a la confianza depositada en nosotros hace tres años y se ha dado respuesta a las necesidades y demandas de la comunidad", mientras afuera el griterío era cada vez más intenso y su jefe de policía, el represor Orlando Saucedo Pinta, se enfrentaba verbalmente con los manifestantes, empujaba con violencia a señoras que cargaban bebés y se robaba las mantas arrebatándolas de las manos de adolescentes que le recordaban su calidad de servidor público y lo denostaban por su cobardía.
Las mantas colocadas en la entrada del Centro de Convenciones y las pancartas que portaban los manifestantes no las vio de frente Gustavo Ortega porque, como parece ya ser una tradición entre los gobernantes panistas, tuvo que entrar representar su papel en la bosta por la puerta de servicio y protegido por sus esbirros.
Así, Gustavo quedó en el nivel de un Vicente Fox, corrido del palacio legislativo, o de un Felipe Calderón, entrando en medio de un grupo de escoltas, a escondidas, para hacer el teatro legal de una toma de posesión.
El primer gobierno de la alternancia en Cozumel terminó así, penosamente, en medio de una ruidosa manifestación, con un pueblo dividido entre quienes critican la gestión del ahora ex alcalde y los pocos que le deben demasiado como para regatearle su apoyo.
Adentro, un hombre inmensamente solo en medio de su diluido poder, continuaba leyendo un documento somnífero, plagado de inexactitudes y orientado al ensalzamiento de ese culto a la personalidad que finalmente, dio al traste con "el gobierno del cambio".
Pasado un año se postuló como candidato a la diputación del distrito uno, en donde fue el gran perdedor del PAN, su fuerza política fue borrada en Cozumel, pues tan solo consiguió 40 mil votos. Y pensar que llegó a ser un activo político importante.
Siendo candidato incluso no se tentó el corazón para realizar toda clase de artimañas en su búsqueda desmedida del poder, reviviendo prácticas retrógradas, como el envío de un grupo de personas a golpear al grupo de apoyo del entonces candidato a diputado priista Roberto Borge.
Y todo para qué: su paso por la legislatura federal, que terminó consiguiendo por la vía plurinominal, ha transcurrido sin pena ni gloria.
Lo único que ha demostrado, y sigue demostrando es que a pesar del paso de los años sigue careciendo de tablas políticas, y su actitud sigue siendo propia de quien lo ha tenido todo sin el menor esfuerzo,  merced a sus relaciones familiares; Ortega Joaquín tiene lo que quiere con el partido federal en el poder, aunque hay muchos otros panistas que han luchado por años y merecen tener también oportunidades
Esta vez no quiso pelear la alcaldía de Cozumel y ni siquiera estuvo para ver el desmoronamiento de su partido. Durante la campaña sólo apareció unos pocos meses, en espera de poder operar la eventual llegada de Carlos Joaquín, al PAN. Pero como eso no sucedió, se ausentó sin pena ni gloria.
En el PAN local no tiene ya apoyo alguno. Su futuro político es incierto; sin embargo, curiosamente lo único que ha logrado Gustavo Ortega es constituirse en ¡el gran aliado del PRI!, ya que con tal de no votar por él hasta los mismos panistas se hacen tricolores.

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